Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL


1572
Legislatura: 1894-1895 (Cortes de 1893 a 1895)
Sesión: 19 de noviembre de 1894
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: 7, 137-139
Tema: Respuesta de Sagasta a las interpelaciones sobre las reformas del Gobierno y la cuestión de las Antillas

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta) : Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene S. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta) : Puede estar tranquilo mi amigo el señor Canalejas respecto a la conducta que el Gobierno ha de seguir en aquellas cuestiones que tienen carácter nacional, porque no sólo piensa el Gobierno contar con el apoyo, y aún con el aplauso, si tan afortunado fuera, de sus amigos, sino que quisiera, para la resolución de esas cuestiones, contar con el aplauso y con el apoyo de sus adversarios . De manera que en este punto estamos completamente de acuerdo. (Rumores en la minoría conservadora.)

Claro está que me alegro de que me aplauda todo el mundo. ¡Pues no faltaba más! Si fuera tan afortunado que en las soluciones que propusiera a los Cuerpos Colegisladores, y sobre todo en las cuestiones de carácter nacional, recibiera el aplauso de amigos y adversarios, sin duda que habría de felicitarme. Tras de eso voy, aunque es tan difícil conseguirlo que creo que no lo he de lograr.

Repito, pues, que el Sr. Canalejas debe estar tranquilo respecto del criterio que puedan tener los que él llama grupos de la mayoría, y que no existen porque yo hace tiempo los hice desaparecer . Para mí, ya no hay grupos en la mayoría. Incluso el grupo de la democracia monárquica, desde que vino al partido liberal, cuando este partido realizó sus ideales, lo he considerado fundido en nuestro partido, y para mí no hay más que liberales en el partido liberal. Una cosa es que haya grupos, de los que parece que S. S. se preocupa un poco, y otra cosa es que haya en la mayoría tendencias. (Risas en la minoría conservadora.)

Siento que haya quien no comprenda la diferencia que existe entre tendencias y grupos, porque es tan notoria, que dentro de diversos grupos, si existieran, podría haber iguales tendencia, como en un mismo grupo podrían existir tendencias diferentes.

Pues bien ; de las tendencias políticas no tengo nada que decir: hemos resuelto el problema político, y, por lo visto, no tan a disgusto de todos cuando todos han aceptado como legalidad común política la legalidad establecida por el partido liberal. No hablemos, por consiguiente, de tendencias políticas; pero en la cuestión económica, que afecta tanto a los intereses del país, ¿no comprende el Sr. Canalejas que puede haber y que hay en el partido liberal, como en todos los demás partidos, distintas tendencias? ¿No comprende el Sr. Canalejas que esas tendencias económicas son tan independientes de las tendencias políticas, que dentro de un mismo partido político, con iguales tendencias políticas, puede haber distintas tendencias económicas? Y es más: el partido político más avanzado puede ser como tendencia económica reaccionario, y un grupo político muy reaccionario puede tener tendencias económicas muy avanzadas. De manera, Sres. Diputados, que nada tienen que ver las tendencias económicas que puedan existir dentro del partido liberal, con los grupos que allá, en su tiempo, existieron dentro de este mismo partido.

Yo no he llamado a los jefes de grupo para consultarles acerca de ningún problema político, porque no tenía para qué consultarles ; he llamado a aquellas personas que dentro del partido liberal tienen diferentes tendencias económicas, con el fin de armonizar esas tendencias y dar como resultante una solución que sea la de todo el partido liberal en las cuestiones económicas. Y eso es de todo punto indispensable, sin que con ello se mermen en poco, ni en mucho, ni en nada, la autoridad y el prestigio que debe tener el jefe de un partido. Y tan cierto es esto de las distintas tendencias económicas, que el Sr. Canalejas, que pudiera representar muy bien en el Gobierno, tan bien como cualquiera, la tendencia democrática, si es que todavía existiera tendencia democrática dentro del partido liberal, no creo que representaría bien la tendencia avanzada económica, pues en este punto está S. S. más cerca del Sr. Ga-[137] mazo que del Sr. Puigcerver .¿Por qué? Porque el Sr. Canalejas, demócrata y todo como es, cree que conviene a los intereses de la nación una protección superior a la que el Sr. Puigcerver entiende que debe darse, protección que quizá esta muy próxima a la que defiende el Sr. Gamazo. De manera que, en ese punto, natural es que yo tratara de conciliar ambas tendencias del partido, y eso es lo que he hecho pare la resolución de la crisis.

Dejémonos, pues, de grupos, y esté tranquilo el Sr. Canalejas sobre esto . Yo puedo asegurar a S. S. que todo grupo que tenga el pensamiento o la idea o el propósito de figurar como grupo político dentro del partido liberal, con sus jefes y demás, en mi no hará efecto ninguno, porque no le he de hacer caso de ningún genero.

Y ahora vamos al otro punto importantísimo de que S. S. se ha ocupado en gran parte de su brillante discurso. Me refiero a las cuestiones de Ultramar.

El Sr. Canalejas me va a permitir que no entre en el fondo de este asunto, porque hay un proyecto de ley presentado ya a las Cámaras, y cuando se discuta será ocasión oportuna de hablar de todo lo que a las islas de Cuba y Puerto Rico se refiera. Adelantar el debate, me parece, además de peligroso en estos momentos, estéril, porque todas las razones que se den ahora se repetirán cuando se discuta el proyecto . Esperemos, pues, esa discusión, en la cual se podrán discutir estos asuntos con más conocimiento de causa, no sólo en su espíritu, sino en su forma, en su fondo y en todos sus detalles.

Permítame, pues, el Sr. Canalejas que no le siga en las consideraciones brillantes que ha hecho sobre este punto, y voy a lo que importa al debate.

Su señoría quiere saber si, en el camino de las transacciones que vamos recorriendo, el Gobierno tiene alguna imposición. Claro está que el Gobierno, tratándose de transacciones patrióticas, no ha de tener más imposición que aquella que depende de la esencia, del espíritu, de la sustancialidad del proyecto, digámoslo así. Fuera de esto, caben toda clase de transacciones, de modificaciones, de alteraciones y de concesiones patrióticas entre todos los partidos.

En este sentido, claro está que el criterio de los Diputados de la mayoría es perfectamente libre. Desde el momento en que el Gobierno ha dicho que se necesita llegar pronto a la pacificación y a la concordia de las fuerzas políticas que ahora discuten con peligrosa vehemencia, a mi entender, no sólo aquí, sino en Cuba, los problemas importantes que encierran las reformas de Ultramar, y que para ello tiene el Gobierno el propósito de sacar cuanto antes aprobadas estas reformas, pero también la firme decisión de reunir alrededor de ellas el mayor número de voluntades, y de admitir todas aquellas transacciones patrióticas que, sin desvirtuar su espíritu, lleven a éste la mayor suma de adhesiones, es evidente que deja el camino de las transacciones completamente expedito . El Gobierno aceptará como bueno aquello que reúna a su alrededor el mayor número de voluntades y la mayor suma de adhesiones.

Claro es que, presentándose el Gobierno con este espíritu amplísimo de patrióticas transacciones, confía en el patriotismo también de los partidos, y espera que con el concurso de todos ha de hallarse afortunadamente la fórmula o el acuerdo necesario para que las reformas aquí aprobadas, se establezcan en la isla de Cuba en medio de una paz inalterable en los ánimos y de una fecunda concordia en las ideas. Este fue el programa del Gobierno anterior; este es el programa del Gobierno actual en la cuestión de las reformas de Ultramar.

No recuerdo en este momento cuales fueron mis palabras cuando tuve la honra de presentar al Congreso el Gabinete anterior; pero estaban inspiradas en el mismo espíritu en que lo están las que acabo de pronunciar, y en ese concepto entró el Sr. Becerra en el Ministerio.

¿Es que después ha variado el Gobierno? No; no ha variado en nada, ni el Sr. Becerra tenía nada que decir, y por eso continuó el Sr. Becerra en su labor patriótica, haciendo todo lo posible para la realización de este programa. Cuando el Sr. Becerra me hablaba a mí de las reformas de Ultramar, lo primero que le decía era: póngase S. S. de acuerdo con los representantes de Cuba; y después que haya logrado la concordia en esos representantes, determinaremos la fórmula; porque sin esa concordia me parece de todo punto improcedente variar de sistema y retirar el proyecto de ley que esta sobre la mesa.

Así siguió el Sr. Becerra en el Ministerio, sin molestia ninguna por parte de sus compañeros, ni por la suya propia ; pero llegó el día de la crisis, y cuando ni el Sr. Becerra ni los demás Ministros pudieron convencer al Sr. Moret para que se quedara en el Ministerio, evitando la crisis, que podía ser una dificultad en aquellos momentos; cuando vio el señor Becerra que esto era imposible, fue cuando dijo: pues yo también presento mi dimisión irrevocablemente, porque me molesta la Diputación única, y no quisiera ir a las Cortes con el proyecto de ley tal como está presentado.

Esto es lo que dije yo, y en esto me parece que soy exacto; porque claro está que el Sr. Becerra, que trabajó con los demás Ministros y conmigo para persuadir al Sr. Moret de la inconveniencia que había en que la crisis estallara en aquel momento, el señor Becerra, en el caso de que el Sr. Moret se hubiera convencido, es posible que no hubiera creado esa dificultad y hubiera continuado en el Ministerio. Creo que esto es lo que dije desde el primer momento.

Las reformas de Ultramar no se discutieron en Consejo de Ministros porque habíamos acordado lo que he dicho al principio de estas breves palabras que estoy pronunciando, y, por consiguiente, no había necesidad de discutirlas hasta que se hubiera llegado a la conciliación. No sé si el Sr. Becerra la tenía hecha ; entiendo que no, porque si la hubiera tenido hecha lo hubiéramos sabido ; y en su deseo de presentar una fórmula de transacción, la hubiera llevado en seguida. Pero de todos modos, todo lo que de Ultramar llevó al Consejo de Ministros el señor Becerra, todo fue, después de una breve discusión, aprobado; porque como el Sr. Becerra ha tenido un grande espíritu de transacción en el Ministerio que con tanta honra ha desempeñado, apenas han ofrecido discusión ninguna sus medidas; todas estaban inspiradas en el carácter nacional en que deben inspirarse los asuntos que a Ultramar se refieren ; y si hubiera podido conseguir una transacción entre los elementos que están tan divididos, y puedo decir que están ahora tan enconados, con harto sentimiento [138] mío, claro está que la mejor satisfacción de su vida hubiera sido la de presentar una fórmula que hubiera satisfecho a los unos y a los otros.

Si no han podido todavía armonizarse estas diversas tendencias, no ha sido por culpa del Sr. Becerra, que ha hecho cuanto ha podido, que ha dirigido a este fin todos sus desvelos, ha sido porque el asunto es difícil, porque están todavía las pasiones bastante exasperadas, y habrá que dejar que pase un poco de tiempo para que esas pasiones se tranquilicen, y con la calma se venga a una solución que sea verdaderamente nacional.

Después de todo, las reformas de Ultramar tienen cierto carácter constituyente, y para que lo que se haga sea estable, deben de intervenir todos los partidos políticos con patrióticas transacciones, a fin de asegurar el establecimiento de una organización en armonía con el progreso de los tiempos y con la ley fundamental del Estado . Si lo conseguimos, será el ideal de las reformas ; si no lo conseguimos, discutiremos lo que se pueda, y sacaremos de ellas aquello que sea más conveniente a la pacificación, al bienestar y a la prosperidad de la isla de Cuba.



VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL